Se ríen, se divierten, se morrean, se emborrachan. Hasta se pegan. Y las gamberradas, que no falten. Los encontronazos con la poli tampoco. Así pasa una noche de verano de 1962 un grupo de post-escolares y pre-universitarios, en alguna perdida localidad de la marchosa California. George Lucas, director de La guerra de las galaxias, también está. Pero no le vemos. Lo está filmando todo para que no se olvide: el baile de fin de curso, los botellones con Old Harper, los calientes asientos de atrás del coche, esas miradas entre ventanillas y aquellas apartadas carreteras de duelos a motor, que apestan a testosterona y a rueda quemada… También los graffitis o, mejor dicho, el «graffiti” que da nombre a la película, el que no se imprime con pintura, sino con espuma. Y nunca sobre pared, siempre sobre chasis. Bonito panorama bañado, por cierto, en un mar de rock & roll. Licantrópico rock & roll…

Suena raro. En realidad es nostalgia. Y es que American graffiti es justamente eso. A comienzos de los setenta, a falta de Facebook y cámaras digitales, George Lucas realizó una alegre carta de amor a su pasado sesentero. En su segunda película se cristaliza la inseguridad y el vitalismo de la juventud de preguerra. Todo ello, plasmado en una cadencia de situaciones, de recuerdos que Lucas conserva grabados en el corazón. Algunos de ellos, idealizados. Y ahí reside la gracia (¿o el problema?) del film, en esa idealización del pasado, en ese esfuerzo por embadurnar de calidez y buen rollo un efímero paréntesis juvenil. ¿Intrascendente? Seguro. ¿Demasiado sentimentalista? También. Pero es difícil no dejarse llevar… Qué divertido es a veces el cine. Y qué nostálgicos sus representantes.

Carles M. Agenjo

Acerca de Carles M. Agenjo

"Un día sin reír es un día perdido" (Chaplin)

Un comentario »

  1. Pol González Ollé dice:

    Coppola va fer bé de confiar en ell com a un futur gran director. Tot i que després li desgraciés la idea el propi Lucas al fer Star Wars (sí sí, van estar força picats l’un amb l’altre).

    Tot i així. crec que és una pel·lícula «d’època», sentimentalista, com dius. No crec que nosaltres ho poguem apreciar tant com la gent del moment, o dels que ho van viure. De la mateixa manera pot passar amb Quadrophenia, Saturday Night Fever o Easy Rider. Però el tema de les modes i la música sempre està a la ordre del dia: el retorn d’allò «retro», la música original, el col·leccionisme… així que tampoc ens queda tant lluny, en realitat!

    Per cert, sento decepcionar-te, però el noi aquell no pertany a la peli de Troll 2, ho sento… jajajaja

  2. carlesmartinez88 dice:

    No sabia això del Coppola… Vaya dos

    I molt cert això de que no ho mirem amb els mateixos ulls que aquells que ho van viure. I crec que és millor, perquè ho veiem d’una manera més objectiva que ells, més distanciada, i en cas que ens agradi, no ho sobrevalorarem tant com ells (els que ho van viure, els puretas xD).

    En qualsevol cas, apreciat Pol: sempre ens quedarà Troll 2
    jajajaj

  3. Xavier Agenjo dice:

    Hay un par de elementos esenciales para captar del todo el espíritu de la película. El primero es, desde luego, la selección musical. Hay canciones muy buenas, otras simplemente buenas y otras, pocas, regularcillas. Pero componen un continuo de lo que se podía escuchar en una noche como aquella que se recrea en la película.
    El otro es el locutor (todavía nadie le habría llamado DJ). Efectivamente, establecía una relación completamente personal con los chicos y chicas de la época y enhebraba toda una noche con su selección musical y sus comentarios (algo que por desgracia los DJ’s actuales no tienen ni la más mínima idea de como se hace: hablar. Quiero decir -después de tanta divagación- que la protagonista de la película, o si parece demasiado, uno de los personajes más importantes es… la radio.

  4. carlesmartinez88 dice:

    ¡¡¡Gran aportación, Xavier!!!

    No lo había visto desde ese prisma. En efecto, ese dj, psicólogo, ¿demiurgo?… es un recurso muy bueno de la película que tiene plena presencia en la trama y que no tiene nada que ver con esos «artistas» intocables de la tarima que pinchan música electrónica hoy en día (por otra parte, muy respetables, al menos algunos de ellos).

    La radio destaca, como dices, y tiene protagonismo (por el dj y por la música, que atraviesa todo el filme) en esa época de los 60 que retrata el film, en que un grupo de jóvenes americanos, confusos y descontrolados, se enfrentaban a un futuro incierto que la película no menciona, pero te viene a la cabeza cuando la ves: Vietnam está al caer.

    Un abrazo

Replica a Xavier Agenjo Cancelar la respuesta